DHipolito

APUNTES HISTÓRICOS

D. Hipólito Tamayo

El 30 de Agosto, a las 17,30, de 2007 se nos marchó a la casa del Padre D. Hipólito Tamayo Zúñiga, párroco emérito de San Sebastián de los Reyes desde el año 2000. Nacido en la ciudad medieval de Sigüenza el 13 de Agosto de 1917, por la muerte de su madre, recorrió sus calles y plazas de la mano de la abuela, su hermosa Catedral e iglesias adyacentes. Amaba ese rincón de infancia con sus recuerdos entrañables y los recordaba con emoción cuando le acompañó por primera vez a la ciudad. Alli, en sus primeros años, aprendió a rezar y a amar. Amor que nunca le ha faltado durante los 90 años que duró su peregrinación por esta tierra.

Primero su padre, después la tia, más tarde las primas y últimamente la Religiosas que con Balbina endulzaron los últimos días de su vida; eso sin olvidar el cariño y afecto de este pueblo donde quiso siempre vivir y morir. Testigo de ese afecto y cariño fue el entierro multitudinario y testimonios que dejaron por escrito tantas personas que le lloraron. Fue un privilegiado en el amor.


Hizo sus primeros estudios de Humanidades en Alcalá de Henares y finalizó los de filosofia y teología en el Seminario de Madrid, donde fue ordenado el 3 de junio de 1.944. Ejerció su ministerio sacerdotal como Ecónomo en Pedrezuela: 15 de Septiembre de 1944; en Robledo de Chavela: l de Octubre de1947; en San Sebastián de los Reyes: 25 de Julio de 1951. El 1 de Junio de 1957 fue nombrado Párroco de San Sebastián de los Reyes donde ejerció como Pastor de esta Comunidad Parroquial hasta su jubilación canónica el 31 de Agosto del año 2000.

El 30 de Agosto de 2007 fue la culminación de una vida sacerdotal, maravillosa por su entrega, su fidelidad y su amor a este pueblo, nacido de un amor a Dios, cuajado día a día en oración y plegaria junto al Sagrario.


Lo vi cuando llegué a esta parroquia y lo llevaré siempre en mi recuerdo. Uno de los días del Triduo, ya muy malito, me acerqué a é1 y le recordaba el Himno del Santísimo Cristo de los Remedios. En un momento me retiró y con sus ojos, abiertos en ese instante, me buscaron ansiosos para que continuara recitándoselo. ¡Qué amor tan grande a nuestro Cristo y qué envidia santa brotaron de mi alma! Mi nombre, fue el último que pronunció. Me lo llevo para siempre grabado en el alma y en mi corazon.


D. Hipólito nos enseñó la entrega en el sacerdocio, la fidelidad en la oración y el amor a este pueblo.


¡Gracias por todo lo que nos has dado y nos seguirás dando!



Santiago Pilar Martín.


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